viernes, 13 de julio de 2007

LA BATALLA



El escritor piensa que hay que resucitar la vida del alma, por muy poético que ello pueda sonar, dado que en la mayor parte de los casos ya ha muerto o agoniza irremediablemente. La sensibilidad en un primer momento se adormeció y luego falleció, pues tendemos a reducirnos con el tiempo a los fríos límites de la razón, cuando “no es la razón, sino el sentimiento quien conduce al hombre a la cumbre de su destino” (Alexis Carrel).

Hoy en día la superficie de nuestra piel se cubre de escamas y acabamos por endurecer nuestras capacidades de percepción y de sentimiento. Nos creemos más fuertes de este modo, más reflexivos, más sosegados, más inteligentes…sin querer darnos cuenta de que así vamos pereciendo, olvidamos las palabras de Balzac “los hombres más sensibles son los seres más sensatos”…El desastre se produce cuando nuestras emociones quedan sepultadas bajo el umbral de la consciencia, son remitidas cual locos parientes a los tenebrosos y lúgubres sótanos de nuestra casa.

¿Quién puede decir que no ha sentido una oleada de calor que lo invade en un momento?...a todos, queramos o no, nos orienta a veces un soplo cálido, que sube desde dentro inundándonos, inexplicablemente, también, en otras ocasiones una impresión negativa nos asalta y nos derriba sin un visible por qué. Llamémoslo intuición y llamémosla instinto: son “sólo” sentimientos. Está claro que si la cabeza y el corazón se enfrascaran en una discusión siempre acabaría por decidir este último, la pobre cabeza cedería siempre, puesto que es la más prudente, y contra los sentimientos no valen razones, porque las razones no son más que razones, es decir, ni siquiera verdades…

¡Hermosos milagro sería el de que las razones sintiesen!, pero en nuestra vida resulta lo tristemente previsto: el hombre es a la vez su batalla y su campo de batalla…todo transcurre en esa heredad única de cada cerebro que es cada corazón.

El escritor no puede concluir estas breves líneas sin aconsejar que no olvidemos nunca que sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos.

lunes, 9 de julio de 2007

EL CAJON


Hay un cajón secreto en nosotros que tememos abrir. En él yacen las pruebas, desordenadas, de que un día nos conturbó algún sentimiento o pasión hasta extremos insospechados. Todos tenemos un álbum de placeres y agravios, de dudas y certezas.

Ahora abramos el cajón, sin miedo. Dejemos que el contenido se derrame. Elijamos el momento clave, ese breve instante en que se paró el tiempo (o transcurrió demasiado deprisa). Esa sensación que cegó el entendimiento… Un escalofrío…

Elijamos, pero no para descansar en el pasado, no para recompensarnos con una mirada al calor ya extinguido, sino para resucitarlo…o es más todavía…para revivirlo.

Reconstruyamos el misterio, nuestro misterio, así aprenderemos a dejar de dudar y agradecer el presente, a asirnos con fuerza al futuro y a ostentarlo ante nuestros ojos...Sin temor, pues la cadena más acerada e inquebrantable es la que nuestro propio yo nos echa al cuello. Porque de lo que huimos y por lo que suspiramos va dentro de nosotros y, a veces, supone un equipaje demasiado pesado para viajar con él. No es necesario cambiar aquello que se ve y se teme, sino la forma en que lo vemos.

Estoy en el presente. Mis días de ayer me han traído hasta aquí, ahora. No sé si se hace camino al andar, o es el camino el que nos hace. Sé que hay que renunciar al camino ya andado, nos sea fácil o no. Hay que recordar que no progresas mejorando lo que ya está hecho, sino esforzándote por logar lo que aún queda por hacer…Nadie puede volverse por el camino ya recorrido.

Tampoco hay que vivir el mañana, ya que la oportunidad se presenta tarde y se marcha pronto, y puede que mientras decidamos escape la ocasión, pues ésta es como el hierro: se ha de machacar caliente.

Todo se realiza aquí y ahora, y es seguro que haríamos muchas más cosas en el momento presente si creyésemos que son muchas menos las imposibles…Creer algo es hacerlo cierto…